Los ánimos en la Francia de 1787 se estaban caldeando. La clase trabajadora es cada vez más pobre, asediada por el hambre y enfermedades, bajo las narices ignorantes de la clase privilegiada. Cada día más ricos, cada día un escalón más alto, que los aleje de la pestilencia del pueblo de abajo. Fueron varias las gotas que rebalsaron el vaso, hasta que en 1789, la revueltas ya se llaman revolución.
El tráiler es imponente y los primeros minutos de vida de la serie se graban en la retina por ser arte puro. La puesta en escena, los detalles, el vestuario, locaciones, banda sonora, colores, el marco histórico, todo esta dado y puesto en servicio para el espectador. Pero el director supuso que una vueltita de rosca haría las cosas más interesantes: entre los miembros de la nobleza circula un virus que vuelve la sangre azul. No solo eso, al morir, resucitan convirtiéndose en zombis-vampiros con las condiciones físicas y mentales intactas al momento del deceso.
La "sutil" analogía de la clase privilegiada chupando la sangre de los trabajadores, me obliga a admitir que la existencia de zombis-vampiros en los albores de la Revolución Francesa, merece un premio a la imaginación infantil de los creadores.
No nos quedamos en eso, agregamos alucinaciones, visiones y demás incoherencias para seguir sumando "originalidad". Imaginen que están en un restaurante lujoso, de esos del siglo pasado, fastuoso, costoso, luces tenues, cubertería y cristalería elegante y de calidad. Pero la comida la sirven tarde, fría, sin sal, mal horneada y un vino agriado con pedacitos de corcho en la copa. Tanto esfuerzo en contar una historia diferente, que no repararon siquiera en que los actores puedan destacarse. Solo nos salva Julien Frison con su demencia, mezquindad, avaricia, insensatez y pura extravagancia en una interpretación que te ayudara a esforzarte para ver un próximo capitulo.
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