Admito que nunca había visto una película de suspenso y terror paranormal "alla italiana". Los primeros segundos de la película sirven para ubicarte en ese sur italiano árido y caluroso y lejos del paradisíaco mar. Bien adentro, donde los campos de olivos siguen dando frutos tras siglos de cosechas, viendo pasar las generaciones de familias. Familias arraigadas como las raíces de los olivos. Tradiciones arraigadas como los lazos familiares. Y no hablamos de la pasta del domingo, ni de la mesa larga y ruidosa; sino de las creencias que también han llegado a nuestras tierras: el mal de ojo, los amarres y como liberarse de ellos. Los vínculos familiares en el sur italiano son palabra mayor, la sangre guía la tradición. El problema surge, cuando no hay sangre que los vincule; y se acuden a oscuros rituales para generar esos vínculos antinatura. Francesco decide anunciar a su madre su casamiento con Emma (interpretada por la argentina Mia Maestro) una mujer resuelta, independiente y madre soltera de Sofia. La pobre de Sofia es quien peor la pasa; por supuesto que Sofia es una niña dulce, tierna, inocente, y por sobre todo, víctima.
La historia no se guardó nada: un suegra que se quedó en el siglo XX, una casona que dejó atrás su época de esplendor, un aborto, un pasado no cerrado y el aire acre que anticipa que todo va a estar mal. En resumen, un mal amarre como un mal film. Nada convence, noventa minutos sin pena ni gloria, donde uno se pregunta al igual que un chico de 5 años: ¿Y por que?
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